Lograr que desaparezcan los errores de un texto es relativamente fácil, solo se necesitan conocimientos y práctica. Hacerlo sin que el autor se sienta invadido es algo más complejo. Hay que analizar el texto, comprender lo que quiere expresar el autor, cómo lo quiere expresar y por qué. A raíz de ahí, trabajar en los errores de la forma más minuciosa posible.
Míriam Villares no es una correctora corriente, es una cirujana de la literatura. Extirpa cada pequeño fallo sin dejar ni una sola cicatriz. Esfuerzo, dedicación, eficacia, eficiencia... no tengo suficientes palabras para definir la calidad de su trabajo. Simplemente, roza la perfección.