Era marzo y me disponía a ir a mi club mensual de lectura, esta vez había propuesto yo el libro, Las sillitas rojas de Edna O’Brien. Aún recuerdo cómo nada más empezar hubo varias voces que preguntaron al unísono, cómo es que había elegido una novela si lo que se leía en este club era poesía. Aún recuerdo lo que dije: por el ritmo del alma de un pueblo, Irlanda; del silencio y de la guerra que se desprende y siente; y por el símbolo, ¿el símbolo? preguntaron, sí, el símbolo, el mío es la niña Misteltoe, que inocente, tierna, ya ha conocido un mal endémico de esta sociedad, que la enseñen a no fiarse de los demás, de lo diferente, a no entregarse, a tener que amar y soñar a escondidas. Esta niña, que quiere visitar Stonehenge con Fidelma, nuestra protagonista y que a la pregunta de esta de por qué a Stonehenge, le dice: «por los dioses». Porque ella quiere entender, igual que todos queremos entender nuestro lugar en el mundo.

¿Habéis encontrado vuestro símbolo? Están las sillitas rojas, que recuerdan a los 643 niños muertos en la Guerra de Bosnia, el río en el que Fidelma sumerge la cara para purificarse, el propio club de lectura organizado por Fidelma, donde se reúne todo el pueblo y donde la insatisfacción y la frustración eclipsa a la literatura, o las historias de dioses antiguos, paganos, la mitología y leyendas populares, vehículo para palpar siquiera lo que nos rodea. Símbolos, símbolos, símbolos, y a veces hay barro en los ojos cuando se lee este libro, y a veces llega el agua, y puedes volver a ver, y quizá, encontrar tu hogar.

Entonces veo una mano levantada, y la boca que pertenece a esa mano dice: «¿y el simbolismo de la guerra hecha hombre embaucador, poeta, filósofo, médico, que entra a escena como un ser exótico que viene a revolucionar y a insuflar vida? ¿Qué pasa con ese hombre que primero lo adoramos y después lo odiamos?».

Otra voz se alza (y pierdo el miedo por el atrevimiento) y nos urge a contestar: «¿y qué opináis de Fidelma? Rechazada y casi muerta por haber amado, por querer ser madre. ¿Y qué hacemos con todas las personas desaparecidas en la guerra y el cuerpo vivo de Fidelma? ¿Cómo compaginamos el seguir vivo mientras existe el horror de la guerra?».

La hora transcurre, todavía me acuerdo de todas las preguntas que fueron surgiendo, de cómo hablamos de los personajes tan pintorescos y a la vez reales de ese pequeño pueblo verde de Irlanda, de la sensación que nos transmitía esta novela, escrita en capítulos tan autónomos, tan redondos, que casi nos parecía más bien una sucesión de relatos, pero que no perdía en ningún momento la unidad; hablamos de cómo recorría en cada palabra, frase, párrafo, un halo de misterio, de silencio, de no decir todo lo que se sabe, y de tiempo sagrado, de ritual, roto solo por la llegada de un dios pagano, que se inserta rápidamente en el ritual, en el engranaje del día a día, pero sin saber muy bien cómo funciona ese día a día nadie, absolutamente nadie, y ver cómo todo se desmorona, pero ver también la capacidad de supervivencia de todos los animales, incluido el ser humano, capacidad de supervivencia esta vez encarnada en Fidelma, también un símbolo, a la que en alguna ocasión también llaman la mensajera.

Y entonces, susurrando algunas bocas, ritmo, símbolo, silencio, guerra, hogar, se olvidaron de la pregunta, de porqué esta novela Las sillitas rojas, si ese era un lugar para hablar de poesía.

POSTDATA: Hallaréis una pieza extraordinaria en el capítulo La habitación conyugal, un juego de identidades, papeles, donde en la mentira se esconde la verdad, texto que Shakespeare querría para sí.

Este es un libro necesario, que nadie debería dejar de leer, un imprescindible.

ALGUNAS FRASES PARA NO OLVIDAR:

«Amigos míos, una cosa os digo: es claro que somos un grupo simpático pero si nos ponen uniforme todo eso cambia. En guerra no sé quién mi hermano. En guerra no sé quién mi amigo. Guerra hace salvaje todo el mundo. Nadie sabe qué oculta el corazón de cada uno de nosotros cuando nos lo quitan». (Pág. 72).

«Resulta increíble la cantidad de palabras que existen para decir “hogar”, y la música brutal que pueden llegar a desencadenar». (Pág. 347).

FICHA TÉCNICA:

Título: Las sillitas rojas.

Autora: Edna O’Brien.

Editorial: Errata Naturae.

Año publicación: 2016.

Páginas: 350.

Biografía de la autora: Edna O’Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) es una de las voces más prestigiosas de la narrativa en lengua inglesa de nuestro tiempo, aclamada tanto por la crítica como por los más prestigiosos autores contemporáneos.

O’Brien siempre sintió la necesidad de escribir; sin embargo, en 1950 terminó sus estudios de Farmacia, que había comenzado obligada por su familia. Su carrera literaria arrancó con Las chicas de campo (1960), que le proporcionó fama mundial tanto por su calidad literaria como por reivindicar la independencia de las mujeres en un ambiente hostil. La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas que pueden leerse sin conocer el libro anterior, amplían las aventuras de las dos protagonistas de aquella primera novela. Considerada la grande dame de las letras irlandesas, desde la publicación de esta obra, Edna O’Brien ha creado un corpus literario único: con novelas como A Pagan Place (de próxima publicación en Errata naturae), el libro de relatos Saints and Sinners, una obra de teatro sobre Virginia Woolf titulada Virginia y dos importantes biografías: sobre James Joyce y sobre Lord Byron respectivamente.

Tal y como ha reiterado la crítica internacional, solo James Joyce ha descrito con tanta exactitud y humor lo que se esconde en aquello que denominamos «el alma irlandesa».(1)

Notas al pie:

(1) Biografía extraída de la propia editorial errata naturae

Puede que también te guste

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *