En un lavabo de París,
tu pelo recién rapado, nido lleno de aire,
de otro aire que ya no es
tus gritos de niña
tu risa adolescente
tu primer adiós.
Ahora, gelatinoso,
gris, rojo, luz,
que cubre tu piel,
que pesa en tu carne, en tus venas, en tu latido
y de repente, la vejez en tus manos,
pliegues secos y cortantes.
Muerte.
Ya no hay pelo en el lavabo,
y una cara redonda se refleja en él.
(Fragmentos de Tinta, n.º 2)