«Bailando, me paso el día bailando». Decidiendo, me paso el día decidiendo… No, no me he vuelto loca con el nuevo artículo que escribo para vosotros rememorando a Alaska y los Pegamoides, pero sí que podría ser la canción de fondo de cualquier corrector de textos. Esa persona que a cada segundo tiene que decidir cómo resuelve cada nuevo «problema» que le presenta el texto que tiene delante.

Un ejemplo entre mil

Son muchos los ejemplos que se pueden poner, pero os quiero hablar de una resolución en concreto. La que tuve que tomar corrigiendo el artículo Arte y literatura en el alfabeto del Museo de Bilbao de Mary Nafría, publicado en la web cultural El Café de la Lluvia con la cual trabajo.

El problema venía por la mención del nombre de la exposición «ABC. El alfabeto del Museo de Bilbao», que no venía entre comillas, cuando debería haber ido por tratarse de una exposición, y que estaba resaltado en otro color porque era a su vez un enlace a la misma. Entonces, ¿qué hacer con esas comillas? ¿Debían de ir también en ese otro color o no? La RAE no da pautas sobre estos casos, así que aquí es donde la figura del corrector se convierte en «jefe» y decide.

La solución

Cuando me enfrento a estos artículos debo tener en cuenta siempre el medio de publicación (web), el público al que está dirigido (general e interesado en las humanidades) y el tipo de artículo (divulgación), todo ello para poder tomar una decisión justificada.

Tras una exhaustiva investigación, finalmente decidí que las comillas y nombre de la exposición formaban una unidad y que, además, visualmente iba a quedar «feo» que en mitad de un texto largo solo quedara resaltado el nombre y no las comillas, así que aquí se detuvo por un momento la canción y pude seguir corrigiendo.

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